sábado, 29 de marzo de 2008

En verdad, ¡que gran decepción!.

Esta es la historia de un reencuentro.

Alicia estaba lejos; en tiempo, en espacio. Andrés vivía donde siempre, donde toda la vida se le iba. Un día Alicia despertó y se encontró en un lugar que le parecía conocido: su antigua vida. Andrés creía conocer a Alicia, pues, a pesar de la distancía jamás perdieron contacto. Ahora que Alicia volaba con el aire, Andrés se compró un par de alas y la alcanzó. Ese día volaron al principio no muy alto, conforme fué pasando el rato, Andrés empezó a subir un poco más, razón por la cual Alicia se trepó en su espalda, realmente la pasaron bien. Andrés pensó que la buena suerte por fin llegaba a él pues una mujer alada y encantadoramente agraciada lo amó por unos minutos. Andrés no podía dejar de pensar en lo blanco de las plumas de Alicia y en la forma que Alicia flotaba, era simplemente perfecta. Durante tres lunas Andrés no podía esperar mas por el momento en volver a volar con sus alas de papel y de la mano con Alicia, esa noche iría por ella si es que el viento se lo permitía, extendió sus brazos y como en un suave vals se encontraba volando ya con Alicia. De repente una nube tapó a la luna y hubo mucha oscuridad, Alicia había soltado la mano de Andrés y se escondía, Andrés se sentía confundido: ¿en dónde estaba su Alicia, su ser etéreo? Al parecer el viento cesó y Andrés lentamente cayó al piso. Al levantarse encontró plumas por doquier, las empezó a recoger una por una, y a lo lejos le pareció ver a Alicia. Caminó hasta donde ella se encontraba escondida y la vió tan pequeña, tan estúpida, terriblemente oscura. Andrés se horrorizó y las plumas que sostenía en sus manos se convertían en sanguijuelas. Ahora las alas de Alicia eran de cartón, de piel muerta. Andrés la tomó en sus brazos sintiendo nauseas y como pudo reconstruyó sus alas. La llevó lejos y la dejó en una cama de piedra que olía a azufre.
Alicia era un cuento, era una ilusión, era una mentira.

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