martes, 26 de febrero de 2008

en un día de febrero

Recuerdo cuando empecé a tomar los antidepresivos; pensaba que de un momento a otro la sonrisa aparecería en mi cara y que la risa estallaría a borbotones. La verdad es que me llevó demasiado tiempo para ver el efecto y sentirme bien, y que además no tiene nada que ver con estar risueña. Entonces, de esta manera considero que las decisiones y pasos dados son como pequeñas dosis de antidepresivos, pues no sabremos el resultado mas que a un mediano plazo o quizá largo.

A decir verdad es que mi analogía es muy mala, pero lo que también es verdad es que después de tres semanas fuera de mi casa están empezando a hacer efecto en mi persona. Si la comida, el techo y un buen lugar para dormir no te faltan es cuando puedes dedicarte a pensar, en abrir tu mente y encontrarte con la maravillosa sorpresa que lo mas simple suele ser lo mas original, lo que te alimenta, lo que te hace ser feliz.

Hoy por hoy empiezo a sentirme contenta por ser quien soy, por empezar a renunciar a mi falsa comodidad, a dejar de tener miedo, a poder ver las cosas con otros ojos o mejor dicho estar contenta por quitarme la venda de los ojos.

De repente siento que nos mareamos con las historias de triunfos y éxitos ajenos, queremos ser dueños del mundo, llegamos a ser tan hipócritas con nuestros cultos y religiones, y así nos la pasamos, tan desinteresados y tibios, tan pretensiosos, tan llenos de todo y tan vacíos por dentro, demostrando caridad y regalando lo que nos sobra, lo que no queremos, siempre vestidos para triunfar, y complaciendo a todo mundo porque es verdad que nadie quiere perder.

que bien me siento hoy! el cielo esta azúl.

No hay comentarios: