domingo, 23 de diciembre de 2007

la agonia

Ese día se canso de sufrir. Le dolían mucho los ojos. Se levanto por fin de la cama, eran las tres de la tarde, fue a la cocina y vio que todo seguía igual. El mismo sol que brillaba, las cortinas cerradas; los tres perros sucios y olvidados la miraban con la misma emoción de anos atrás. Una noche antes estaba segura que no haría nada por terminar con su vida, sin embargo ya no le causaba ninguna satisfacción. Sabia que de esa noche en adelante, el tiempo seria lento y los segundos que transcurrieran significaban mas dolor que soportar.

Se encontró sola, cansada, y así , a lo lejos escuchaba el llanto de la vida que comienza, y muy adentro escuchaba el llanto de la vida que se apaga, por decisión propia. Puede una vela apagarse por el dolor de consumirse??

Recordaba como el invierno pasado perdió todo lo que tenia. Le arrebato sus ilusiones, sus sueños, sus planes, la dejo como un árbol sin hojas, descubierta, como un pedazo de madera; la reto a florecer y sin embargo en aquel ano, apenas fue la sombra de lo que fue.

Se dio cuenta que pronto iba a desaparecer, de por si ya había sido borrada de algunos archivos. Olvidada, empolvada. La persona de mantenimiento no seria eterna, alguno interesados pronto perdían el interés al encontrar nuevos caminos.

Espero algunos minutos, de cierta manera algún tipo de esperanza seguía viviendo en ella. Espero los minutos, esperando un milagro, esperando un suceso insospechado que le diera otro giro a su vida. Escucho el tic tac del reloj, se dio cuenta que efectivamente el reloj hablaba así: tic, tac, tic, tac; de repente sintió que se burlaba de ella: tic, tac, tic, tac, seras eterna, le dijo; tic, tac, tic, tac, no tienes el valor de quitarte la vida pero tampoco tienes el valor de vivirla; tic, tac, tic, tac: que tibia eres!

Se encontró en un cuarto lleno de humo, lo recorrió de arriba abajo, camino en el techo y pudo ver a su acompañante: era la muerte, que yacía en el piso acongojada, impotente, como un amante que quiere ser amado, que tiene mucho que dar y ha sido rechazado. Después sus ojos se toparon con lo que era un muerto viviente. Aterrorizada descubrió que era un espejo y veía asustada a su reflejo y lo supo, ella también había muerto en aquella tarde de invierno. Su cuerpo no fue enterrado, ni cremado, simplemente ignorado, compadecido, daba lastima realmente.

Fue corriendo a lavar su ropa, su alma perdida, desencajada. Y se dio cuenta del cementerio en el que vivía. Muertos a su alrededor, resignados a su pobre y miserable existencia; quizá así como ella no tenían la menor idea de que nacieron muertos.


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