lunes, 12 de mayo de 2008

Y de repente ya no era tan grande, ni tan ajena. Y yo tan estúpida. Tan confundida. Tú, segura, firme y cálida, aunque afuera llovía como en un buen-mal día. Te ví y me lo dijiste todo: ven conmigo, todo esta bien, quedate llorando en mis brazos. Te podía agarrar con los dedos, y jugar contígo. Pero me distraje y te dejé ahí, sin embargo me gritaste que me querías.

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